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Los Quiñones  de Valdejamuz

 

 

       Diego Fernández de Quiñones, "El de la Buena Fortuna", se convertiría en uno de los nobles más poderosos del reinado Juan II de Castilla y funda cuatro Mayorazgos, uno para cada uno de sus cuatro hijos varones, que a la postre se quedarían en dos debido a la muerte de los otros dos, Pedro Suárez de Quiñones, antecesor de los todopoderosos Quiñones-Condes de Luna y Suero de Quiñones, el del "Passo Honroso".

       Es el Concejo de Valdejamuz el territorio más importante de cuantos integran el Mayorazgo, formado también por el Concejo de Ribadesil y la villa de Gordaliza del Pino, concedido por Diego Fernández de Quiñones a su segundo hijo, Suero de Quiñones, en 1435, poco tiempo después de la hazaña del "Passo Honroso", protagonizada por don Suero en el puente de Hospital de Órbigo en julio y agosto de 1434, por lo que a partir de ese momento se convierte en el Mayorazgo de los Quiñones Valdejamuz, y su capital, en Villanueva de Valdejamuz, donde a estas alturas ya ha sido levantado el castillo-palacio-fortaleza, donde Suero de Quiñones y sus descendientes fijarán su residencia, y que perdura hasta nuestros días.

       Tras la muerte violenta de don Suero de Quiñones en 1458, le sucede su hijo, Diego de Quiñones y Tovar, caballero de la Orden de Santiago y Comendador de Destriana. Con Diego de Quiñones y Tovar comienzan los interminables conflictos con la casa de los Condes de Luna; a raíz de la ambición y poderío de su primo, Diego Fernández de Quiñones, primer conde de Luna, que pretendía arrebatarle los concejos asturianos de Cangas y Tineo y las villas de Allande y Somiedo, pertenecientes al de Valdejamuz, teniendo incluso que mediar los Reyes Católicos. Las rencillas se agravaron a la muerte de Diego de Quiñones y Tovar, ya que el Conde de Luna no reconoce como legítimo a Diego de Quiñones y Lemos, hijo de Diego de Quiñones I y que es menor de edad.

       En 1485 el Conde de Luna llegó a tomar por las armas la fortaleza de Villanueva, a pesar de la defensa encabezada por el alcalde de ésta, Gómez de Benavides. Y aunque le había sido concedida protección por parte de los Reyes, el ambicioso Conde de Luna y sus gentes, continuaron con los robos, abusos y tropelías contra el señorío de Valdejamuz y los habitantes de sus pueblos y aldeas, hasta que en 1489 se le ordenada la devolución de sus pertenencias a Diego de Quiñones II, al menos hasta que éste cumpla catorce años, fecha en la que el II Conde de Luna reanuda los pleitos, y que a pesar de las sentencias habidas a favor del Quiñones de Valdejamuz, no va dejar de reclamar en sucesivas etapas la Casa de Luna, hasta que en 1529 llegan un acuerdo, propiciado por una sentencia de la Real Chancillería de Valladolid, por la que el de Luna está obligado a devolver los bienes que de la casa de Valdejamuz había tomado por la fuerza. Fallecido Diego de Quiñones II en 1540, el Señorío de Valdejamuz pasa a manos de su hijo, Suero de Quiñones II, fruto de su segundo matrimonio con Leonor de Zúñiga.

       Suero de Quiñones y Zúñiga se casó con Elvira de Zúñiga, hija del duque de Vejar, trasladando su residencia a Valladolid, al lado de la corte del Emperador Carlos I. Mantuvo un estrecho contacto con sus posesiones en la comarca de Jamuz, como lo demuestra la construcción, a su costa, del Hospital de la Vera Cruz, en Villanueva, y el hecho de que a la muerte de Elvira en 1565, su cuerpo fué enterrado en el monasterio de Santa María de Nogales, en San Esteban de Nogales y próximo a Villanueva. Así como su segunda esposa, Luisa Herrera, con quien se casó en 1567 y que falleció, también sin descendencia, en 1575. Contrajo matrimonio de nuevo, en 1581 con Ana Manrique con quien tampoco tuvo descendientes. Fallece en Valladolid, el 27 de abril de 1590 y sus restos son trasladados al monasterio de Nogales, donde hasta comienzos del siglo XX, se conservaron las estatuas yacentes de él y de su primera esposa, Elvira, esculpidas en mármol blanco, que fueron vendidas y hoy se pueden contemplar en el Hispanic Society de Nueva York.

       Extinguida la línea sucesoria de los Quiñones descendientes de don Suero el del "Passo Honroso", y en virtud de lo dispuesto por Diego Fernández de Quiñones en las cláusulas de fundación del Mayorazgo de Valdejamuz, éste pasa a formar parte del patrimonio de la otra línea de los Quiñones, los Condes de Luna, en la persona de Juan Alfonso Pimentel, conde de Benavente, quien lo reclama para su hijo, Antonio Pimentel de Quiñones, conde de Benavente y Luna, y que le es concedido en abril de 1591 por el rey Felipe II.

       A partir de esta fecha, la historia de Villanueva, que continúa siendo capital de la jurisdicción de Jamuz, se ve ensombrecida, no por la falta de protagonismo en la comarca, sino por la escasa existencia de documentos, destruidos en un incendio que se produjo en la casa de los escribanos de Villanueva.

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